Últimamente su néctar ha quedado vedado bajo el aroma del dulce escremento de los palomos.
Las margaritas fantasean con colores que nunca tendrán;
no auto-perciben su belleza y se marchitan antes de tiempo.
Un día, alguien las recogerá para des-hojarlas pétalo a pétalo
-por amor-
o para conservarlas entre las páginas de un buen libro.
Aplastadas, disecadas.
El mundo creerá que las ha rescatado
pero ya están muertas.
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