Estimado escritor:
Le agradezco su contestación rápida y concisa.
Usted me habla como si hubiera terminado de leer el primer poema de su hija de 10 años.
Me dice: "Sigue asì", como podrìa escribir un maestro de primaria, en el rectángulito diminuto de Observaciones del boletín de calificaciones, a su alumna preferida.
Me escribe con la pluma del profesor del secundario que de vuelta de todo, cansado de luchar contra el sistema y harto de corregir a sus mediocres concursantes, se toma el tiempo para estimular a esa alumna que cree tiene cierto potencial.
Lanza remanidas palabras, consabidas frases, a esta persona que soy.
Cual si yo fuera un automóvil, me ordena: "Adelante, no se detenga nunca."
Trata de estimularme desde esa postura de couch entusiasta, de coordinador comprometido, de buen padre.
Gambetea a la perfección mis solicitudes de amor puerco.
Yo lo leo y lo odio.
Saludo a Ud., atentamente.
Yo.
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