Mar del Plata, domingo 28 de julio de 2019
Estimado:
Como le comentaba la última vez que leímos juntos, siento que comencé tarde esa tarea -la de leer- y que no me va a alcanzar toda la vida -suponiendo sea la otra mitad de lo que ya viví- para poder leer los libros que me faltan y conocer los autores imprescindibles.
Prescindía de ellos por ignorancia y ahora que entré en esta carrera, entiendo que debo hacer todo el esfuerzo para saber al menos que lo intenté, aunque se me vaya la vida en eso -la mitad que me queda- leyendo.
Hace un par de años me compré las Obras Escogidas de Héctor Tizón, dos tomos formidables de tapa dura y ese olor que desparraman los libros que uno intuye buenos. Comencé a leerlos y le confieso, me aburrí un poco, así que dejé en los primeros cuentos. Tal vez las largas descripciones de paisajes áridos, los personajes de pueblo estancado -y estancados- no fuesen lo que buscaba en ese momento. Sí, una entra a un libro buscando algo. Una, uno, une, todes entramos buscando algo -como mínimo no aburrirnos.
Hoy retomé a Tizón y sus relatos. Estoy fascinada ¿Qué cambió en estos días para que mi gusto por Héctor virara para bien y tan repentinamente? Calculo el haberlo conocido a usted. Pero el amor romántico no es una poética que le interese -ya me ha expresado su desapego a los vínculos afectivos en lecturas anteriores- así que no me expresaré en cuanto a eso. Aunque, quiero aclarar, decir "...desapego de vínculos" es un oximorón y una perogrullada. Usted debiera replantearse esas cuestiones. Pero no volveré sobre este tema, repito, el del amor romántico, así que esbozaré aquí algunas otras razones que se me ocurren.
En marzo de este año estuve viajando intensamente por Jujuy. Digo "intensamente" porque viajé sola durante veinte días y prácticamente no hablé con nadie. Decir “…no hablé con nadie.” es francamente otra perogrullada, ya que como usted sabe, siempre se habla con otro, aun cuando se está sola. Sola, solo, sole. Un retiro espiritual y de silencio (pensé varias veces durante los días que peregriné por el norte). Hay algo maravilloso en estar callada tanto tiempo y es que una se escucha. Parece otra perogrullada, otra más -o un consejo de Coelho (en wikipedia este hombre aparece como “uno de los escritores de crecimiento personal más leído alrededor del mundo" Calculo que habrá sido él quien creció, y sus ingresos. Es lamentable que al crecimiento personal haya que medirlo así a veces...)- pero con grullas al fin.
Así como en la película, en ese, mi viaje, pasaron las grullas también para mí. Aparecieron nuevas motivaciones que no logro explicarme, partes de mi historia que no recordaba y conductas inesperadas y que desconocía hasta el momento como propias ¿De quién más podrían ser mis conductas?
Caminar durante horas mirando el paisaje, sentir la grava bajo las plantas de los pies, escuchar el ulular de los árboles, inhalar el aroma de los sauces y las hortensias, palpitar el arrullo de los ríos secos, contemplar los cielos -que son muchos en el Norte y uno solo en todas partes- transpirar la noche y escribir, escribir hasta la locura. Esa revolución me la dio el paisaje.
Entonces hoy, abro el libro y leo: “El paisaje para mi tiene la gran atracción de ser imperturbable, siempre está igual. No ríe ni llora, pero está vivo, está ahí y es capaz también de grandes transformaciones. Si hay algo revolucionario eso es la naturaleza. Por eso es que aparte del placer estético, que sería un poco más secundario, yo siento una enorme admiración por su fuerza, por su perseverancia. Ese árbol que cae; cae solo y ya ha sido reemplazado. Cuando la savia empezaba a soñarse que pronto iba a morir, su reemplazante ya estaba a su lado. Por eso es que nunca me canso del paisaje, aunque sea el mismo, en realidad no es el mismo." Leo y siento a Yala tan inmensamente vívida que vuelvo a caminar durante horas sintiendo la grava bajo las plantas de mis pies, escuchando el ulular de los árboles, inhalando el aroma de los sauces y las hortensias, palpitando el arrullo de los ríos secos, contemplando los cielos desde la comodidad de mi lectura y mi reposo. ¿Qué más puedo pedir que no sea seguir leyendo?
Y vuelvo a citar a C. S. Lewis para dejar bien claro lo que no podría con mis palabras: "Al leer buena literatura me convierto en un millar de hombres y sigo siendo yo mismo (misma, misme). Como el cielo nocturno del poema griego, veo con miles de ojos, pero sigo siendo yo quien ve. Entonces, como en una oración, trasciendo en amor, en acción moral y en conocimiento; y al hacerlo es cuando realmente soy yo mismo (misma, misme)." y quiero seguir siendo.

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