sábado, 9 de febrero de 2013

NO.

             El patio había sido tomado completamente por la planta de zapallo. Las hojas enormes y de un verde intenso, con sus flores naranjas de formas provocativas,  se revolcaban obscenas sobre  las baldosas. El riego en horario equivocado había hecho que la invasora largara un líquido pegajoso y brillante, además de un olor rancio que se extremaba con el calor del medio día.

           Sofía transpiraba bajo el sol hiriente y no podía salir de su inmovilidad. El agua brotaba de la manguera y comenzaba a inundar el pequeño cantero.  El lodo fresco le resultó agradable al filtrarse entre los dedos de sus pies. Se hundió en el barro hasta caer de rodillas. Se mordió las uñas, saboreó la tierra. Las manos húmedas y pringadas recorrieron ahora sus muslos, sus brazos, su pecho, su cara.  Todo ese despilfarro de hermosura y erotismo vegetal, no daba un solo fruto. 

-Zapallo esteril! - gruñó.

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