martes, 29 de mayo de 2012

Sublimar


Las colgó cuidadosamente  al sol sin lavarlas. Consideró que cuando estuvieran listas, esa pegajosidad sería la que le diera el timbre original al instrumento. Se sentó  a esperar. El sol de otoño ribereño no era tan amansador como había sido el de aquel verano cerca del mar. Tranquilo, sentado sobre la hierba fresca, respiró hondo. Son únicasPensó y  eso nadie podría discutirlo.  

Repasó mentalmente los pasos que debió haber seguido. Darle muerte. La primera operación es la de  darle muerte al ejemplar tomándolo fuertemente por las patas  y golpeándolo con gran potencia en la región dorsal de la cabeza. Había leído que si lo hacía contra  un objeto o mueble que no fuera cortante, un solo golpe bastaría.  El uso de un animal para convertirlo en charango le resultaba muy poético  pero también un atentado  contra  la Madre Naturaleza. Un simpático monstruito para construir la caja  ya no estaba en sus planes, eso era cosa del pasado. El  caparazón del quirquincho, con el tiempo se hincha;  las cuerdas se tensan y  hacen que  el instrumento se arquee y se desafine con facilidad... Por otra parte, sacrificar la vida de un pobre bicho...

Cuando estuvieron bien secas, descolgó las tiras con meticulosidad y las amasó con vigor entre las palmas de sus manos. Mientras más delgadas quedaran, más resistentes serían a la tensión del puente y el clavijero, a la tensión de los ágiles dedos del  compositor al ser ejecutadas.  

 Muchas veces se había preguntado por qué le daban tanta importancia a la construcción de la caja armónica. Es  cierto que el timbre original y único del charango se logra sólo con una caja con determinadas cualidades. Pero la historia había demostrado que lo mismo daba que el animal para su confección fuera mulita, armadillo o quirquincho. Finalmente los ambientalistas habían alcanzado su propósito convenciendo hasta al más docto: “está comprobado que los charangos con caja de madera son más sonoros que los de quirquincho- insistían- Existe una gran diversidad en  las maderas empleadas para construirla: el naranjillo, el  tarco, el algarrobo,  el cedro o el jacarandá”.  Como si la madera no fuera parte de un ser vivo – pensó- Las cuerdas, al fin y al cabo, son las que producen el sonidoSin cuerdas no hay música -volvió a reflexionar.  El grosor del tramo de tripa que  vapuleaba ahora entre sus dedos le pareció  conveniente para  la tercera cuerda grave: MI: La cuerda entorchada. Las  quintas de SOL también podrían andar bien con ésta. Usando esta parte voy a ganar buena calibración…

Si bien había alcanzado la meta de ser músico y compositor, la música no le había ocasionado demasiadas alegrías sino más bien  la triste sensación de que en eso de hacer música él no era bueno. O a lo mejor los oyentes no sabían apreciar  su arte. La elección de los cordados como instrumentos para sus interpretaciones había sido el resultado de su poca o nula capacidad para manejar su propio instrumento: la voz. Era desafinado patológico. De esos que les encanta cantar y cantan sin percatarse de lo mal que lo hacen. En los primeros años del conservatorio le hicieron notar ésto inmediatamente pero él insistió en cantar; se esmeró siempre en mejorar su afinación vocalizando, repitiendo una y otra vez tonos, preparándose con fonoaudiólogos y tomando clases magistrales con los más preparados profesores y versátiles métodos pero lo cierto es que era una tapia. Desafinaba. Así que se decidió por las cuerdas. Tenía manos ágiles, delgadas y muy cuidadas. Con el mismo empeño con el que antes había tenido para la voz, se formó en el arte de interpretar con el charango y la guitarra. Tocaba mediocremente. No destacaba. Pero el que persevera triunfa y es lo que hizo. Perseveró y logró formar uno o dos grupos folklóricos que tocaban temas de su autoría. La familia lo alentaba invitándolo a tocar en reuniones y fiestas…poco a poco fue ganando popularidad, tocando  siempre que le surgiera la oportunidad.  

Este medio día estaba contento. Su charango iba a ser excepcional no sólo por sus cuerdas. La caja armónica la había heredado de su padre. Era poco común por ser de madera de  castaño, de un viejo tronco de más de cien años que la hacía más pesada de lo común pero nuevamente única. Muchas veces había escuchado a su madre contar las peripecias que pasó  ese “artefacto” antes de que su padre lo pudiera rescatar del galpón de la aduana donde trabajaba. Muchas veces se imaginó a su papá, al  que apenas conoció, mirando extrañado ese cofre  silencioso. Muchas veces creyó que  su amor por la música era producto de la obsesión que su padre había depositado sobre ese objeto.

Las obsesiones ajenas lo obsesionaban. Toda su historia estaba marcada por las obsesiones de otros. Con Laura se había enredado gracias a esa obstinación que ella había puesto en “estar presente”. La conoció casualmente en una de esas frívolas reuniones de artistas y músicos donde todos creen ser “el más original” y circula el alcohol en forma desmesurada porque es la única forma en que todas esas gentes pueden sacudir, por un rato, su hipocresía. La fiesta era un aburrimiento y Laura no lo disimulaba. Laura era la única que no lodisimulaba. Este gesto fue el que llamó su atención, y como él estaba entonadísimo (no de la voz, sino de la borrachera que tenía encima) se animó a sacarla a bailar. Bailaron, rieron y terminaron desnudos. Desnudos acabaron.  Después de esa ocasión, las casualidades empezaron a darse cada vez con más asiduidad y siempre de casualidad se emborrachaban, se reían y se desnudaban. Acababan, sin bailar. Nunca hubo un compromiso. Nunca un atisbo de deseo de querer concretar en algo más serio.- Así tendría que haber sido- Refunfuñó atareado con los cortes, temiendo que las tripas no fueran suficientes para las diez cuerdas.   

El diapasón y la pala eran de ébano con pequeñísimas incrustaciones de nácar en esta última, que figuraban diminutas  llamas. La madre también había contado que su papá decía: Pobre, nació para sonar y aquí está, arrumbada en nuestro galpón.  El día que alguien haga vibrar esta maravilla, todas estas llamitas van a relumbrar de alegría…
Claro que sí, el primer tema lo voy a tocar  aquí mismo, a la intemperie. – otra vez habló solo.

             Laura empezó a exigir y sus demandas eran una exageración en proporción a la relación que mantenían. Había intentado dejar de verla pero “las casualidades” siempre volvían. Laura lo acosaba con cartas, regalos, piropos… Nadie nunca había sido tan obsecuente para con él y eso le agradaba;  le atraía la idea de que alguien lo adorara sin que él tuviera que hacer el menor esfuerzo.  Aquella mujer era la única que había reparado en él y la única que estaba cuando no estaba ninguna otra. No era para desperdiciar... pero aquella noche había sido el colmo: Laura le explicó a los gritos sobre las  formas correctas de hablar. Es real  la frase que dice “todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto” y  por esos rumbos circularon sus demandas:   - Me decís “¡Qué linda esta foto!" en vez de decir "¡Qué linda estás en la foto!" Me preguntás  "¿Vas a la reunión?" en vez de decir  "¿Vamos a la reunión?". Por qué te cuesta tanto aceptar que querés estar conmigo?! Por qué me ponés en esta situación?   "Si querés venite a ayudarme con ésto" ¿Por qué no decís:  "Quiero que me ayudes con ésto".  Y la lista siguió. Por qué me negás en tu vida?
¡¡Nuestra relación es una enfermedad!! No es sana! Nuestra relación no es sana!! - Fue ahora él  quien gritó dos  veces  y por primera vez se refirió a todo aquello con las palabras correctas: "Nuestra relación". 

           Tomó el "cofre maravilloso" entre sus manos dóciles y se puso a enhebrar las cuerdas. Con una tranquilidad y práctica asombrosa comenzó a enhebrar las amasadas entrañas desde el puente hasta el clavijero. Con cada una se tomó su tiempo, probó su afinación con respecto a las demás, calibró, tensó. Cuando todas las cuerdas estuvieron colocadas dio un rasguido, punteó, tocó y cantó emocionado. El reflejo del sol pegó en el nácar y las siete llamitas parecieron tomar vida. El espectáculo era sublime. Él mismo se sintió sublime.

               Nuestra relación no es sana!! -  Repitió. Laura no  entendía.  La tomó  fuertemente por las piernas  y la golpeó con gran potencia en la región dorsal de la cabeza. Había leído que si lo hacía contra  un objeto o mueble que no fuera cortante, un solo golpe bastaría, pero eso requería de una práctica que él no tenía con animales y mucho menos con personas, así que le hizo falta  la aplicación de dos o tres coscorrones más para lograr su cometido. Lamentó mucho no  manejar ese  solo toque de efectividad instantánea. Laura, la presa,  no se defendió, ni opuesto demasiada resistencia, sólo se negó a morir durante todo el tiempo que pudo y esa mansedad de la víctima le hizo sentir culpa. ¿Te hice mal? -le preguntó incrédulo cuando la hubo dejado bien quieta. Tuvo que explorar primero con sus delgados dedos dentro del  vientre. Sintió vibrar sobre el  pulgar y el índice los ovarios tibios y sus deseos de rasgar sobrepasaron toda medida. La mano entera resbaló ahora dentro del cuerpo en reposo y con un solo tirón desprendió las vísceras que ahora sonaban en su charango.

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