miércoles, 14 de marzo de 2012

EL VIAJE

        Pasaron siete horas en silencio. El mutismo era tal que si hubiera habido un tercero habría podido escuchar sus pensamientos. Hasta las cuatro de la madrugada el viaje había sido igual de discreto pero menos introvertido.  Saben ustedes cuántas canciones entran en mil trescientos kilómetros? Pero ahora el sol ya estaba próximo a dar verticalmente sobre el techo de la Fiorino '94 que siempre había aparentado ser bastante mayor y ni eso les preocupaba. Avanzaban por el asfalto a una velocidad monótona, "cotidiana"- pensó ella casi sin razonar demasiado- solo para alcanzar un objetivo que ya no recordaban bien cuál era. 

        Doscientas treinta y ocho, doscientas treinta y nueve, doscientas cuarenta, cuarenta y uno, cuarenta y dos, cuarenta y tres, y cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve... Doscientas sesenta y.... El contador silente e incisivo de las rayas blancas del pavimento; perdían la cuenta.   Cada cumpleaños de cada uno de sus hijos.... eso sí  había sido un "contador ineludible", ese que no les dejó  perder la cuenta nunca, nunca.  La navidad en que el diluvio les inundó la cocina, Ariel tenía tres años 1987. El año que ella ganó el primer premio en pintura decorativa, la bandeja de flores!! Milena tenía  dos años y había manchado todas las paredes de la casa recién alquilada con los acrílicos recién comprados, 1982.  Ariel tenía trece cuando el padre de ella se enfermó tanto, tanto...1997.  El fin de semana que pasaron juntos en Montevideo fue "antes de que naciera Mile"- nunca recordarían el año exacto porque en esa epoca no existia "el contador". 

        El sol recalienta la chapa polvorienta y a ellos no les importa quemarse la espalda, ni mancharse. Ya están sudados, enredados, enchastrados. La excitación es tan grande que compensa la temperatura  externa e interna.  Sensación térmica: cero o mil -les da lo mismo. O no les da. Están absortos, enajenados uno en el sexo del otro, hambrientos de sabores genitales. La camarera barre casi furiosa y estira el cuello como una tortuga. Quiere ver pero sin que la vean, teme que la gente piense que disfruta mirando. Todos los demás quieren ver eso que ella ve y caminan  por la cubierta del catamarán  como si les gustara caminar, sólo para poder ver e indignarse.  Están dando un espectáculo y no se percatan. Antes de llegar a Colonia la tripulación los hará caminar por la tabla para luego empujarlos al Rio de la Plata. Pero no; llegan a salvo al otro lado del charco y se ríen de su desparpajo y tambien de los demás, "todos esos que nos miraron con horror  a partir de ahora necesitaran recordarnos para poder tener buen sexo con sus esposas y maridos."  Son jóvenes, valientes y diferentes.

           La caja  no agarra la cuarta desde que salieron de Saliqueló. Por qué los kilómetros recorridos nunca coinciden con el medidor de velocidad? Viajan hace siete horas y llevan recorridos  cuatrocientos veinticinco kilómetros a setenta km/h. Cómo es posible?  Es lo que la caja les permite.  Sara sostiene fuertemente la palanca de cambio con el arco del pie, hace palanca en la palanca para que la caja aguante hasta que lleguen. Los asientos se les pegan y licúan la poca grasa que les queda en el cuerpo. Restos de yerba, botellas tibias y descartables a medio vaciar, folletos arrugados, servilletas de algún paraje, papelitos de peajes,  mapas coloridos de hermoso lugares a los que podrían llegar. Sara recuerda el barco, recuerda a Rogelio cuando la deseaba. Ahora ella intenta cerrar las piernas (sus pensamientos, el calor, la mugre, mojaron su sexo) Si cierra las piernas se detendrá el auto.


        Rogelio sólo mira para adelante, hacia la ruta que se extiende infinita. Ni se imagina las reminiscencias que dejaron en Sara aquellas épocas sin año. Tendría que haber  arreglado  la camioneta antes de salir. No había tenido suerte con los coches. Eso le pasaba por ser pobre- se engañaba. Pero había mejorado- ahora se consolaba.  Su primer auto lo tuvo a los 18 años. Un Fiat 600  heredado de la tía Berta. En aquel entonces no tenía dinero para mantenerlo y el autito necesitaba muchos retoques, así que se lo vendió al primer gitano que se le presentó . Y lo vendió mal. Casi lo regaló. O el gitano lo embaucó- le explicó más tarde a Sara.    Cuando logró un trabajo estable, juntó  plata para un auto con "más  onda". Era la época de "Rogelio el excéntrico",  así que la furgoneta modelo 43 le quedaba pintada. No la pudo hacer arrancar nunca. Entonces la dejó  estacionada en la puerta de su casa durante meses y un día desapareció  como varios de sus amigos. No la volvió  a ver. Pensaba que siendo tan rara sería fácil  reconocerla si la paseaban por su barrio.  La quería encontrar.  Cómo se la habrán llevado? A remolque? En el barrio se comentaba que al vecino le molestaba tener semejante catafalco frente a su casa y que la había   hecho robar.  Para eso primero contrató a un mecánico especializado para que la arreglara y la hiciera andar.  La guardaba en un galpón cercano donde se desarrollaban extrañas tareas por la noche. De día el vecino pasaba por allí sólo para darle mazazos a  la furgoneta. Le pagaba y pensaba "Rogelio: nunca más  vas a atreverte a exponer esto en mi vereda" La fue haciendo añicos y una mañana  o una noche- nadie sabía a ciencia cierta- la camioneta desapareció completamente. Nadie supo tampoco dónde fue a parar, ni cómo, pero ni el vecino la volvió a ver. "La camioneta la deben tener tus amigos" le dijeron a Rogelio en la comisaría. "Debe andar con ellos", se rieron.  Pasaron varios años hasta que pudieron tener finalmente ese auto en el que ahora viajaban. Tendría  que haberlo arreglado antes de partir. Pero eso hubiera atrasado el viaje. Y Rogelio  quería  salir lo  antes posible. Sabía que de retrasarse apenas unos días corría el peligro de que Sara se  arrepentirse.  El viaje iba a salvar sus vidas.


          Llovía. Era lo que faltaba. El repiqueteo de las gotas furiosas silenciaban al silencio, lo anulaban. La visibilidad  quedó anónima de tan poca. La velocidad quedó  anónima de tan poca. El silencio quedó anónimo de tan poco. La relación  quedó anónima de tan poca. Hablar ahora sería inoportuno, daría lugar al grito.  Además no tenían nada que decir. Silencio a paso de tortuga. Lluvia a paso de tortuga. Tiempo a paso de tortuga muerta. Relación: tortuga muerta. Choque.


         Otras siete horas en silencio. Uno al lado del otro indiferentes pero ahora por la exigencia de la situación. Un sueño profundo en el que perdieron la noción del tiempo, la movilidad y la sensibilidad.  Ese estado de inconciencia que se produce antes de morir. La razón quedó anónima. El proyecto quedó  anónimo. Uno de los dos iba a sobrevivir. Uno de los dos iba tener una nueva oportunidad. 

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