jueves, 1 de septiembre de 2011

Las reflexiones de Laura V: Quema esas cartas.

Los tiempos cambian hasta para el amor. Hace algún tiempo, cuando los amantes comenzaban su relación, se encontraban en el baile del club social o en el cine acompañados siempre de alguna hermana mayor o tía responsable que se encargaba de ocupar el centro (aunque el centro para los que se aman siempre es "nosotros", así que una hermana o una tía "mediona" no era un gran problema) . Cuando el muchacho daba signos de "buenas intenciones", entonces se podían empezar a reunir a solas en el zaguán. Pero el "comienzo de la relación práctica" llegaba mucho después. Después de muchas cartas. Sí, cartas, escritas de puño y letra, casi siempre muy pensadas y sentidas por el enamorado- otras veces muy pensadas y sentidas por el enamorado y muy escritas por el amigo del enamorado -que tenía más idea y experiencia sobre qué escribirle a una mujer. Una carta bien escrita era el punto inicial de todo. Y una carta bien recibida era el punto inicial para "la relación práctica" de la que hablaba. El momento de entregar la carta era todo un acontecimiento ¿Cuándo? ¿Dónde dejar la carta?¿Firmarla o esperar a ver si ella adivina al emisor? Firmarla (a ver si todavía piensa que es otro) ¿Entregarla en mano? Imposible, temblaban. Mejor pedirle a alguien que la entregue. ¿A qué persona de suma confianza hacer portador de semejante tesoro, todo eso que finalmente era la expresión máxima del amor inmenso que se desbordaba en letras? Luego esperar la respuesta. Y nuevamente los interrogantes: ¿Me contestará? ¿Mandará al mismo portador con la misiva candorosa? Esperar, esperar, esperar, esperar... Y con la carta, la pasión, el deseo, la esperanza, la felicidad. Cuando la relación finalizaba, (lo siento, estas cosas del corazón casi siempre terminan) los amantes se devolvían todos los regalos que se habían hecho, incluso las cartas. Si el desenlace de la historia era muy terrible, tiraban los regalos a la basura y quemaban las cartas, con despecho. Hoy, devolver o quemar una carta de amor es casi imposible. Por despecho uno tiraría la computadora desde el balcón del quinto piso, que creo yo, no provocaría la misma emoción pero sí un desahogo similar más adecuado a los tiempos que corren. Porque eliminar mensajes no es lo mismo que quemar una carta de amor. Y reenviarlos no tiene nada que ver con "devolverlos". Si uno, por despecho, devolviera (reenviara) por ejemplo este mensaje: "Amor, tan solo han pasado pocas horas desde que nos separamos y ya siento que te extraño" (disculpen la cursilería pero la gente enamorada tipea ese tipo de mensajes después de despedirse a la salida del cine) Bueno, si uno reenviara este mensaje...él (o ella) recibiría: RE: "Amor, tan solo han pasado unas horas desde que nos separamos y ya siento que te extraño". -¿Nada más alejado!

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