domingo, 11 de agosto de 2019

La otra forma


        Le explicaba a un amigo -por llamarlo de alguna manera ya que no sé aún cómo se llama el vínculo que tenemos- que me encanta la gente que puede citar infinidad de autores y citas -valga la redundacia.- Me fascinan esos profesores, maestros, escritores que para referirse a cualquier tema pueden recomendarte varias fuentes (libros, citas, películas, hechos históricos con fechas exactas). Yo no tengo memoria - le decía- si bien soy bastante lectora, no puedo retener una frase completa, ni el autor, ni mucho menos el nombre de una película o del baterísta de ninguna banda pop.

     Mi amigo -o como sea que se llame ese vínculo afectivo que tenemos- me decía que "son formas". Que poder citar autores y libros durante una clase, o dentro de un relato habla de una gran cultura del que barra y también de su capacidad para relacionar temas y/o como sustento teórico de lo que argumenta. Me nombró entonces a Vila Matas. Lo ama. Parece ser que es de esos autores que te salvan la vida y a él se la salvó. Es un fanático de las citas, un enfermo -me dijo- como Borges. Si te los ponés a leer tenés que tener un diccionario enclopédico cerca o, en su defecto, un google. -bromeó.  Después hablamos de la novela que estoy intentando escribir (cuyo personaje principal se llama Simón) y de la memoria prodijiosa y al pedo que tenía mi viejo. Por último cogimos como energúmenos pero eso no viene al caso. O tal vez sí.

        Bien, al día siguiente me entretuve buscando información de este tal Matas (al que la bruta de mí desconocía por completo) y encontré que justo este año publicó su última novela. Me fui hasta la librería de la calle Moreno e intenté comprarla para leerla en primera instancia y para seguir conversando con mi amigo sobre el tema en instancias posteriores. No la tenían. La novela no llegó aún -me dijo el librero que atendía. Y se vé que le dio curiosidad y comenzó a buscar información él. Entonces me pregntó si sabía el título y yo le dije: Sí. -y le dije el título de la novela. El librero tocó unos botones del teclado, entrecerró los ojos y, supongo, comenzó a leer pero de su boca no salió una sola palabra. Bah... al ratito no más, dijo: -Qué interesante. Pasate la semana próxima que te la consigo.

           ¿A què no saben de qué se trata la novela en cuestión? De un escritor que escribe citas a pedido. Un sicario de citas. Simón es un hokusai, es decir, un distribuidor de citas para otros escritores. Simón, es el personaje principal de la última novela de Vila Matas, el autor que le movió el piso a mi amigo en los peores/¿mejores? momentos de su vida. Simón, es un distribuidor de frases/citas. 

Asombroso. 

          Si nosotros hubíeramos hablado de citar autores y de Vila Matas y "milagrosamente" hubiera aparecido la recomendación de su último libro en nuestros celulares, la casualidad no hubiera sido tanta, . Es bien sabido que esos aparatos nos escuchan. No. Esto fue bien distinto: Nosotros hablamos de las citas y los autores. Luego, mi amigo me contó sobre ese autor en particular que a él le gusta mucho y por último, yo averigüé sobre la temática de su última novela y dònde conseguirla en una librerìa de mi ciudad. La novela, por supuesto, la escribió mucho antes de que nosotros dos habláramos de su placer por citar ¿Pero cómo podíamos saberlo? La misma ni niquiera está aún en las librerías de Mar del Plata. 

           En fin, a lo que quiero llegar es a una idea que me viene dando vueltas hace tiempo. No sólo los celulares escuchan y buscan la información para devolvértela inmediatamente hecha publicidad para el consumo. No. También escucha el aire, la época. Quiero decir: cuando se vibra de determinada manera, la comunicación se da de las formas más insospechadas, incluso haciendo bucles en el tiempo.

        Tengo pruebas de eso. Con este mismo amigo, estamos trabajando juntos sobre unos relatos. Ambos hemos escrito y publicado, antes de eso, nuestros propios e individuales libros a través del mismo editor, nuestro queridísimo Lester de Editorial Hinvisible. Este libro nuevo que estamos pergeniando en co-autoría, consta de varios relatos que no se relacionan entre sí pero que tienen en común -todos ellos- a unos personajes muy particulares: Gatos que hablan.

          Ayer pasé por la casa de Lester a tomar cerveza y fumar unos habanos -es lo que hago con Lester además de conversar por horas y horas sobre muchas cosas y escucharlo a él, sobre todo, que es un fuera de serie.  Apenas llegué y después de varias latas del néctar, me dice: Léete ésto. Estoy escribiendo sobre los gatos y cómo aprendieron a hablar nuestro idioma. Lo leí y resultó ser una maravilla. Casi el prólogo de lo que venimos trabajando con mi amigo, el otro.

         Bueno. Para ese momento yo pensé que era broma. Que tal vez mi amigo y co-autor, habría hablado con Lester, (mi amigo y editor), le habría contado sobre nuestro nuevo proyecto... No. Eso nunca sucedió. Sólo tuvimos los tres la misma idea, al mismo tiempo, en lugares distintos y sin mediar palabra entre nosotros y él.
         Lejísimo de enojarme- todo lo contrario diría Lester- me puso muy contenta saber que cuento con ellos en esta nueva forma de comunicación. Creo que se llama comunicación virtual. La otra forma.

Nosotros tres la tenemos auque con Lester no tenga sexo todavía.


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