¨¿Actriz o actor? Desde el título he tenido que elegir. Con el deseo de
subvertir el uso corriente de incluir el femenino en el masculino universal y
con la intención declarada de sentirme sujeto del discurso como mujer, elegí
usar la palabra ¨actriz¨, incluso cuando hablo del oficio en general. Quisiera
contribuir a crear nuevas reglas y usos de léxico, pero CÓMO hacerlo no se hizo
evidente aún. [...] Con esta elección deseo simplemente contribuir a un
reconocimiento más explícito del rol de las mujeres en la historia de la
profesión teatral¨
Como contó
Daniel Dalmaroni en el primer encuentro de Picada
de Dramaturgos, pareciera que cuando uno tiene algo en la cabeza, ¨los
relacionados¨ aparecen por todos lados. Y eso me está sucediendo por estos
días, donde mi interés se centra en comprender el sexismo en mi ámbito laboral,
¨mágicamente¨ aparece material que me remite directamente al tema; material que
estaba ahí desde siempre, pero ahora ¨se pone en mis manos¨ casi
esotéricamente. (Y sí, el evento ¨Picada de Dramaturgos¨ está compuesta por
encuentros con dramaturgos y dramaturga, ¨pero
eso es un detalle menor¨- diría Cucaña).
La cita es de Julia Varley (actriz
y pedagoga) y pertenece a su libro ¨Piedras
de agua¨ de la colección de estudios teatrales del INT. El libro está en mi
biblioteca desde cuando fuimos a La Plata con la obra ¨Ubú, un beso único¨ hace
algunos años, durante un festival nacional de teatro. Al
finalizar el mismo, nos regalaron (al grupo de La Butifarra teatro) una caja
con varios libros y revistas sobre actualidad teatral. Mucho de ese material lo
utilizo para dar mis clases pero ese libro en especial, me había costado
leerlo. A ¨Piedras en el agua¨ lo empecé en varias oportunidades y por una cosa
u otra, no pude seguir. Pues bien, hace unos días, acomodando mi biblioteca se
me cayó sobre la cabeza desde las alturas de un estante. Cuando lo levanté,
pensé ¨Bueno, querés que te lea¨. En
la caída una de las hojas se había doblado, así que fue esa hoja la primera que
leí mientras trataba de alisarla:
¨Desde que trabajo con el Odin Teatret y
escucho las conferencias de su director Eugenio barba, oigo hablar de
Meyerhold, Stanislavski, Brecht, Artaud, Grotowski... cada vez más me pregunto por
qué no hay nombres de mujeres entre estos maestros. Raramente escucho hablar de
Duncan, Duse, Littlewood [...] Quisiera que algo cambiara en la manera de
registrar, investigar, documentar y escribir la historia del teatro. Deseo la
presencia de mujeres en su forma de intentar y pensar, e incluir su
contribución en la teorías y prácticas del futuro...¨
¨El ser actriz me ha enseñado a tener fe en la vulnerabilidad de la
diferencia como mujer evitando exigencias igualitarias o dominantes. De esta
manera, en la historia del teatro, prefiero apuntar hacia una presencia visible
particular, que tal vez aún debe ser inventada.
[...] Quisiera concretar un sueño paradójico: una historia en la cual
personas anónimas tengan un rostro y una voz En vez de preocuparme sólo por
imponer un reconocimiento histórico e igualitario para las mujeres que trabajan
en teatro, quisiera poner patas para arriba los criterios habituales.¨
Con esta nota, lo único que
me propongo es poner sobre la mesa mi inquietud. Hacerla visible. He señalado
en varias notas y debates el sexismo implícito en las convocatorias, concursos
y premios para actores (y actrices por supuesto), basta con hacer un rápido
análisis estadístico de la cantidad de hombres premiados en los rubros
¨Dirección¨ por ejemplo o ¨Dramaturgos nacionales¨, para darse cuenta. Pero no
quiero profundizar particularmente en el tema ¨premios¨ (ya que para ¨repensar
ese tema ya existen los Premios Cocha Off) si no en esta otra cuestión, igualmente
profunda: la discriminación de la mujer en el teatro.
Para cerrar el inicio de
esta apertura a la reflexión (¡flor de oxímoron me mandé!), les dejo dos citas
más:
¨…el
sexismo implica relaciones de género inequitativas y se refiere a las prácticas
institucionales e interpersonales según las cuales los miembros del grupo de
género dominante (generalmente los hombres) acumulan privilegios mediante la
subordinación de otros grupos de género (por lo común las mujeres) y justifican
esas prácticas mediante ideologías de superioridad, diferencias o desviaciones
innatas.¨ (¨Sobre lenguaje y sexismo. Lo que esconden las palabras-
Miguel Ángel Mendo.)
¨…el sexismo es una ideología que influye en
el discurso filosófico de dos maneras: a)
como condicionante inmediato del modo como la mujer es pensada y categorizada
en la sistematización filosófica de las representaciones ideológicas, y b) como
condicionante mediato de la mala fe de un discurso que se constituye como la
forma por excelencia de relación conscientemente elaborada con la concreta
historicidad del hombre y procede a la exclusión sistemática de la mujer de ese
discurso.
La
ideología sexista se manifiesta, por lo tanto, en las formas que emplea el
discurso filosófico para escamotear la humanidad plena de las mujeres,
convirtiéndolo en un discurso limitado, «resentido de la falsedad que lleva
consigo la percepción distorsionada de la misma, precisamente para un discurso
que se pretende a sí mismo el discurso de la autoconciencia de la especie». (“Rasgos patriarcales del discurso filosófico: notas acerca
del sexismo en filosofía- Diccionario de Filosofía Latinoamericana- Celia
Amorós.)
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