lunes, 9 de mayo de 2016

Del sexismo en el teatro



¨¿Actriz o actor? Desde el título he tenido que elegir. Con el deseo de subvertir el uso corriente de incluir el femenino en el masculino universal y con la intención declarada de sentirme sujeto del discurso como mujer, elegí usar la palabra ¨actriz¨, incluso cuando hablo del oficio en general. Quisiera contribuir a crear nuevas reglas y usos de léxico, pero CÓMO hacerlo no se hizo evidente aún. [...] Con esta elección deseo simplemente contribuir a un reconocimiento más explícito del rol de las mujeres en la historia de la profesión teatral¨

Como contó Daniel Dalmaroni en el primer encuentro de Picada de Dramaturgos, pareciera que cuando uno tiene algo en la cabeza, ¨los relacionados¨ aparecen por todos lados. Y eso me está sucediendo por estos días, donde mi interés se centra en comprender el sexismo en mi ámbito laboral, ¨mágicamente¨ aparece material que me remite directamente al tema; material que estaba ahí desde siempre, pero ahora ¨se pone en mis manos¨ casi esotéricamente. (Y sí, el evento ¨Picada de Dramaturgos¨ está compuesta por encuentros con dramaturgos y dramaturga, ¨pero eso es un detalle menor¨- diría Cucaña). 

La cita es de Julia Varley (actriz y pedagoga) y pertenece a su libro ¨Piedras de agua¨ de la colección de estudios teatrales del INT. El libro está en mi biblioteca desde cuando fuimos a La Plata con la obra ¨Ubú, un beso único¨ hace algunos años, durante un festival nacional de teatro. Al finalizar el mismo, nos regalaron (al grupo de La Butifarra teatro) una caja con varios libros y revistas sobre actualidad teatral. Mucho de ese material lo utilizo para dar mis clases pero ese libro en especial, me había costado leerlo. A ¨Piedras en el agua¨ lo empecé en varias oportunidades y por una cosa u otra, no pude seguir. Pues bien, hace unos días, acomodando mi biblioteca se me cayó sobre la cabeza desde las alturas de un estante. Cuando lo levanté, pensé ¨Bueno, querés que te lea¨. En la caída una de las hojas se había doblado, así que fue esa hoja la primera que leí mientras trataba de alisarla:

¨Desde que trabajo con el Odin Teatret y escucho las conferencias de su director Eugenio barba, oigo hablar de Meyerhold, Stanislavski, Brecht, Artaud, Grotowski... cada vez más me pregunto por qué no hay nombres de mujeres entre estos maestros. Raramente escucho hablar de Duncan, Duse, Littlewood [...] Quisiera que algo cambiara en la manera de registrar, investigar, documentar y escribir la historia del teatro. Deseo la presencia de mujeres en su forma de intentar y pensar, e incluir su contribución en la teorías y prácticas del futuro...¨
¨El ser actriz me ha enseñado a tener fe en la vulnerabilidad de la diferencia como mujer evitando exigencias igualitarias o dominantes. De esta manera, en la historia del teatro, prefiero apuntar hacia una presencia visible particular, que tal vez aún debe ser inventada.
[...] Quisiera concretar un sueño paradójico: una historia en la cual personas anónimas tengan un rostro y una voz En vez de preocuparme sólo por imponer un reconocimiento histórico e igualitario para las mujeres que trabajan en teatro, quisiera poner patas para arriba los criterios habituales.¨

Con esta nota, lo único que me propongo es poner sobre la mesa mi inquietud. Hacerla visible. He señalado en varias notas y debates el sexismo implícito en las convocatorias, concursos y premios para actores (y actrices por supuesto), basta con hacer un rápido análisis estadístico de la cantidad de hombres premiados en los rubros ¨Dirección¨ por ejemplo o ¨Dramaturgos nacionales¨, para darse cuenta. Pero no quiero profundizar particularmente en el tema ¨premios¨ (ya que para ¨repensar ese tema ya existen los Premios Cocha Off)  si no en esta otra cuestión, igualmente profunda: la discriminación de la mujer en el teatro.

Para cerrar el inicio de esta apertura a la reflexión (¡flor de oxímoron me mandé!), les dejo dos citas más:

¨…el sexismo implica relaciones de género inequitativas y se refiere a las prácticas institucionales e interpersonales según las cuales los miembros del grupo de género dominante (generalmente los hombres) acumulan privilegios mediante la subordinación de otros grupos de género (por lo común las mujeres) y justifican esas prácticas mediante ideologías de superioridad, diferencias o desviaciones innatas.¨ (¨Sobre lenguaje y sexismo. Lo que esconden las palabras- Miguel Ángel Mendo.)

  ¨…el sexismo es una ideología que influye en el discurso filosófico de dos maneras:  a) como condicionante inmediato del modo como la mujer es pensada y categorizada en la sistematización filosófica de las representaciones ideológicas, y b) como condicionante mediato de la mala fe de un discurso que se constituye como la forma por excelencia de relación conscientemente elaborada con la concreta historicidad del hombre y procede a la exclusión sistemática de la mujer de ese discurso.
La ideología sexista se manifiesta, por lo tanto, en las formas que emplea el discurso filosófico para escamotear la humanidad plena de las mujeres, convirtiéndolo en un discurso limitado, «resentido de la falsedad que lleva consigo la percepción distorsionada de la misma, precisamente para un discurso que se pretende a sí mismo el discurso de la autoconciencia de la especie». (“Rasgos patriarcales del discurso filosófico: notas acerca del sexismo en filosofía- Diccionario de Filosofía Latinoamericana- Celia Amorós.)

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