miércoles, 3 de julio de 2013

De las coincidencias entre un manuscrito de 1883, el café de la esquina de 9 de julio e Hipólito Yrigoyen y la precoz ruptura de Sara y Román.

                En el cartel mal pegado con cinta adhesiva sucia, justo en el centro de la puerta  vidriada del Café Parraca, se leía: CERRADO POR REFORMAS. 
- Qué mentirosos, no van a volver nunca más.- pensó Sara. Había estado allí mismo hacía un año y medio, cuando el café se llamaba Pireus. 

              Quedaron en encontrarse a conversar sobre la propuesta, a las cinco de la tarde; el café  quedaba en la calle 9 de julio al 2700. Era un lugar ideal para ese tipo de encuentros y el horario adecuado: 

-Abre siempre puntual- Le había escrito el muchacho por mail. Y llegaron puntuales. Los dos. Si bien no se conocían personalmente, él tenía una clara idea de la persona con la que  iba a encontrarse. Ella no. Ni siquiera sabía su nombre. Román era de las personas que tienen un correo de mail con nombre de fantasía. El de él parecía más bien el de una institución, fácil de leer pero que se olvida al instante. Esos correos que intentan pasar desapercibidos, sin connotaciones.  Algo así como sonidosclave@info.com 
Su correo no adelantaba nada acerca de su personalidad, ni de su edad, ni de su estética. Sara se había figurado que tendría su misma edad, no por el lenguaje que él usaba en la correspondencia que habían mantenido, sino más bien por un deseo personal.  Apenas se vieron, se reconocieron. Eran las únicas dos personas en la cuadra, paradas delante del café que estaba completamente cerrado y sin ánimos de abrir hasta el día siguiente.

               ¨Tal vez esa fue la primera coincidencia¨- reflexionaría Román unas semanas después- El café ese, estuvo cerrado sólo ese día. A lo mejor, si hubiéramos tenido nuestro primer encuentro ahí, ahora no estaríamos acá.
-Tu correo de mail tendría que ser séquemeibasagustar@enpireuslopensé.com- Rió Sara mientras le acariciaba el pecho y lo besaba por todo el cuerpo.

           Así que tuvieron que caminar por 9 de julio hasta la esquina de Hipólito Yirigoyen. Unas pocas cuadras que les valieron para ¨medirse.¨ Hablaron poco durante el breve trayecto pero ella aprovechó para observar  el atuendo que llevaba puesto y lo mal que le quedaba el gorro de lana. El cartel de la puerta anunciaba Bienvenidos a Pireus. Sara consideró que era una nombre muy pretencioso para una café ¨tan normal¨. Pidieron dos cortados. Román se sacó el gorro y Sara descubrió que sin él, lucía igual de feo y que era bastante más joven de lo que ella esperaba. Román también se sacó de encima el bolso que cargaba y de adentro, una carpeta.  La abrió y desplegó la partitura sobre la pequeña mesa que apenas podía contener los dos cortados que la moza ya les había traído. Inmediatamente y sin ¨preludios¨  comenzó a leer los pentagramas. Eran veinticuatro hojas. En cada hoja diecisiete pentagramas. Los leyó todos, parando sólo en los silencios de corcheas, que eran pocos. En cuanto terminó, miró a Sara a los ojos (ella cree que fue la primera vez) y le preguntó con ansiedad  - Qué te parece? Vas a poder con esto? 
No supo qué contestar. Tuvo que improvisar un ¨Estoy con mucho trabajo, no me quiero comprometer con algo que no pueda cumplir...¨  La melodía le había parecido de lo más superficial. No tenía originalidad, ni gracia. Pero aceptaría ser parte de la banda. Lo supo de inmediato. No podía negarse ante semejante arrebato de pasión.

                Es muy alegre , y al mismo tiempo muy sombrío, 
                vecino desagradable, excelente camarada,
                sumamente gracioso y sin embargo tan afectado.
                Indignamente ingenuo, más muy displicente.
                Terriblemente sincero y tan astuto al mismo tiempo.
                Y encima un verdadero ruso, eso es!
                                                                             Sofía Kovalevski
                                                                             abril 14, 1883

                Sara leyó esas breves seis líneas y decidió  escribirle a su amiga: ¨Hoy, en la feria de San Telmo de Buenos Aires, encontré una partitura muy curiosa. No tanto por por la particular composición de Anton Rubinstein, sino por la partitura misma. Aunque no lo creas, es de 1857. Original! Lo mejor de todo es que escondido en la página de la obertura de Dimitri Donskói (qué justo!) encontré un manuscrito de una tal Sofía Kovalevski.  Seis renglones... lo sorprendente es que lo escribió en 1883 y a no ser por el último renglón, dice exactamente lo mismo que te escribí en mi último mensaje. IGUAL! (sólo que se lo escribe a un ruso! Ja!)
             Johana contestó de inmediato: Coincidencias del amor, amiguita. Voy a averiguar quién es esa tal rusa. Vamos a tener que hacer una demanda retroactiva por plagio!

                                                                    
                                                                   Mar del Plata,  30 de sep, 2010
          
Querida amiga:  Describir a Román   se me hace difícil.  Es muy alegre , y al mismo tiempo muy sombrío,  vecino desagradable, excelente compañero de trabajo, sumamente gracioso y sin embargo tan afectado. Indignamente ingenuo, más muy displicente. Terriblemente sincero y tan astuto al mismo tiempo. Y encima es verdadero músico. Eso es!  Estoy enamorada. Demasiada felicidad. 
                                                                            
                                                                Sara 

¨Bienvenidos a Pireus¨  Sara leyó el cartel por segunda vez. Ahora estaba sola, sentada en la misma mesa de aquel día que parecía tan lejano, esperando. Román nunca llegaría. No quería verla llorar. Le disgustaba que  Sara llorara, aún cuando estaban solos. Por qué tendría que aguantar su llanto en un lugar público? Las reglas habían sido claras desde el comienzo, él no se sentía culpable.

Tocó el timbre. Escuchó ladrar al perro. La lluvia empezaba a molestar pero Román pronto la atendería, le abriría y se pondría contento de la visita sorpresa. Román se asomó por el visillo de la puerta:
- Qué sorpresa! Disculpá que no pueda hacerte pasar, estoy con una persona que no puedo presentarte. Ella está pasando por un mal momento y requiere de toda mi atención.
Sara tocó el timbre diez veces más. Tocaba con fuerza, como si eso lo hiciera sonar más fuerte. La lluvia la empapaba, le gritó: -Me voy a quedar! YO ESTOY PASANDO POR UN MAL MOMENTO!
Román volvió a asomarse:
-Andate, das pena. No me gusta verte llorar. te vas a enfermar. Te pone tan mal que sea verdadero? Qué querés, que te mienta?

Sara recordaba aquel patético momento y preparaba la disculpa. Pidió un café con leche con dos medias lunas. Quería verse despreocupada. No importó. Román nunca asistió.


Querida amiga: Te envío un resumen de lo que encontré sobre tu alma paralela:

Sofía Krukovski Kovalevski, nació en 1850 en Rusia. Matemática y primera catedrática universitaria en Europa. También escritora,  crítica de teatro y defensora de los derechos de la mujer en la sociedad rusa del siglo xlx. Para poder continuar con sus estudios debió casarse con Vladimir Kovalevski . Años después de enviudar convivió con Makxim Kovalevski (pariente lejano de Vladimir). Parece que esta conducta provocó el horror de gran parte de la sociedad. Así que Sofía en una carta muy directa, pidió la mano de  Makxim: ¨Creo que ya llegó la hora de que seamos marido y mujer. No por lo que diga la gente sino porque eso quiero.¨
Él le respondió fríamente: ¨No puedo. Si te amara sería de otra forma. Podría estar toda la vida con vos siempre y cuando no me pidas más que eso. Pero te parece poco. Es todo lo que te puedo dar.¨
Los últimos días de Sofía están relatados en una novela muy buena de Alice Munro que se llama DEMASIADA FELICIDAD. Leéla! te va a encantar.

                                                                   Johana



Ellos esperaban los jueves por la noche durante toda la semana. Era el día en que Román le leía sus partituras después de hacer el amor. ¨HACER EL AMOR¨ no era un término que él usara, ni que sintiera. No le permitía a Sara referiste al simple coito de esa manera. Tampoco le permitía que lo besara en la boca.
-No es lo mismo besase que no besarse.- Le había anunciado el día que ella se lo reclamó- Besar en los labios es para otro tipo de relación que no es la nuestra.
Para el día de su cumpleaños prepararon una pequeña fiesta. La pasaron muy bien junto a unos pocos amigos. Cuando todos se hubieran ido, Román la besaría en los labios y le diría: -Ahora sí.

En el café, que ahora se llamaba Parraca, no se  resistió a leer el último renglón del libro recién comprado:
Makxim llegó a tiempo para hablar en  su funeral, se refirió a ella como una gran amiga.
Se apuró a leer las primeras páginas, desde el comienzo, como se debe:  El primer día del año de 1891, una mujer menuda y un hombre corpulento andan por el viejo cementerio de Génova. La mujer tiene el cabello rubio y rizado y su rostro se muestra ajado, al parecer es mayor que él. El hombre es inmenso, pesa ciento veinte kilos y ella le llama  OSO, no tanto por su tamaño como por la gran cantidad de pelo que tiene en todo el cuerpo. Él está inclinado sobre una lápida escribiendo en un cuaderno, recopilando inscripciones ... Son Sofía y Makxim.

Querida Johana: Hoy terminé de leer Demasiada felicidad. De haberlo leído un año y medio atrás, posiblemente no hubiera conocido a Román y el bar Parraca hoy estaría abierto. Me hubiera gustado que todo fuera diferente. 








                                                                             





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