domingo, 8 de febrero de 2015

Cosas que pasan (27/12/2006)

              A los trece años, le conté a mi amiga Gabriela que yo estaba enamorada de él desde quinto grado. Dice mi mamá. que no podés estar enamorada, porque cuando uno se enamora sufre como loco- me contestó.
Y ahí no más empezó mi calvario:  Sueño recurrente en que se daba con él, Ubaldo,  una armonía perfecta, y cuando estaba a punto de darme un beso... se detienía diciéndome: Tenés mal aliento. Y sufro como loca.  Sufro hasta mi respiración, que se atraganta como con chicle, intentando no oler. Y vuelvo a soñar. Y esta vez me dice:  Tenés un moco pegado en la punta de la nariz, o:  Qué olor a chivo!

                  Me enamoré el primer día que lo vi, pero más me enamoré el día que me mostró la caricatura animada que había hecho con diapositivas: Diez cuadritos que vistos de a uno  parecían iguales (SuperMan con los brazos en alto) pero que pasados rápido en el proyector- con la velocidad que sólo Ubaldo podía- hacían que SuperMan volara. Él quería ser cineasta y yo quería ser su novia. Al día siguiente le pedí a la maestra que nos sentara juntos. La señorita aceptó divertida y además aprovechó la ocasión para ubicar a todas las nenas al lado de  un varón Para que se integren- explicó ante las quejas de niños y niñas-Yo estaba contentísima con mi nuevo compañero de banco...  Permanecí a su lado hasta el último día de clases de quinto año de la secundaria.  Persevera y triunfarás dijo Séneca en uno de sus diálogos que se vé que yo justo  había estudiado.

                  Él llegó a ser cineasta, y yo -mucho antes de eso- a ser su amiga. Una estrategia muy común en estos temas del enamoramiento no correspondido, que te hace sufrir aún más: Una empieza a saber todo del otro, de su amigo. Una sabe más de él que su novia, que su propia esposa o que su amante, pero sufre solitaria y escondida porque también sabe que nunca va a ser su novia, ni su esposa, ni su amante. 

            Sumergidos en nuestros estudios post secundarios, nos distanciamos un poco pero cada tanto, Uberto me llamaba y arreglábamos para ir al cine. Luego íbamos a su casa y conversábamos mucho. En una de esas idas a su casa después del cine, sentados en el mismo asiento de a uno del colectivo 124, me contó que había ido a ver Las alas del deseo de Wim Wenders.  No pude parar de pensar en vos durante  toda la película. Me imaginaba que un ángel podía escucharte a vos. Tu cabeza. Me sonrojó un poco poder sentir agitarse su corazón, apretado contra mi espalda ¿Esta es la parte en que me va a decir que tengo feo olor?- pensé. 

                Un día me casé. Él no vino a mi fiesta y no me invitó más al cine. Nos perdimos el rastro por completo. Una noche soñé diferente: él estaba en una habitación llena de libros. Su padre ciego, me impedía la entrada y me decía algo que yo no comprendía pero que ¨mi cineasta¨se empeñaba en negar con la cabeza, del otro lado de la puerta.

            Un año más tarde, en un evento multitudinario en  Buenos Aires escucho que me llaman a los gritos. Era él. Me había encontrado:  Tengo tantas cosas que contarte...qué genial encontrarte entre tanta gente ¿Seguís casada? Mañana venite a ver mi película. Luego tomamos un café.

No pude dormir. Al día siguiente volví a Mar del Plata. Nunca más lo vi, ni volví a soñar con él.


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